martes, 27 de septiembre de 2016

Las grandes cosas crecen en silencio



Hoy mi reflexión no tiene a que ver propiamente con la huerta. Me gustaría escribir sobre la relación que hay entre los jóvenes y el trabajo físico.
Creo que la mayoría de nosotros (y yo también que me siento todavía joven a los 27 años) no estamos acostumbrados al trabajo corporal. Bueno, está claro que a nadie gusta llegar cansado al final de un día de trabajo y que hay gente que tiene mas aptitud en lo teórico, pero percibo que en general hay rechazo hacia lo que se hace con un esfuerzo que no es solo de cabeza… 

En particular hablo de mí, desde pequeña me ha gustado más leer, escribir, estudiar o ver películas que hacer actividades manuales o, por ejemplo, ayudar mi madre con las tareas domésticas. Pero creciendo he empezado a tener que trabajar y a darme cuenta de que los trabajos manuales son fundamentales. Además en Italia, mi país, desde hace unos años se valoran poco o nada los trabajos intelectuales, como la enseñanza, el periodismo, el dibujo y muchas otras cosas que no tienen una orientación tan prácticas.
Yo no sé si en el futuro conseguiré mi sueño que es vivir de la escritura, porque significa todavía luchar mucho, hacer sacrificios y no tengo ninguna certeza de que las cosas puedan mejorar… Pero trabajando estos meses en la huerta he aprendido mucho y los mejores profesores han sido y siguen siendo las plantas…
¿Por qué? Podríais pensar que estoy tan cansada por el trabajo que escribo tonterias… Puede ser… Pero creo que nadie como las plantas nos pueden enseñar el arte de la paciencia. Sí hablo de arte, porque no es simple esperar en silencio que todo llegue al final sin tener miedo y sin quejarse. Cada planta, cada hoja y cada fruto de la tierra, para mi, ahora es una gran metáfora de la vida que me dice, me susurra y me explica que las grandes cosas crecen en silencio. Esto es lo que pensé cuando, por primera vez, vi crecer las coles que había plantado y que luego se hicieron grandes…
También todo el trabajo que se hace antes de recoger el fruto me hace pensar que siempre tenemos que poner empeño para cualquier objetivo que queremos alcanzar.
Ahora valoro mucho más que antes el trabajo fisico, los esfuerzos que se hacen y penso que cada día tengo que agradecer a quienes lo realizan, porque nos permiten vivir a todos los demás. Ahí cobra sentido la poesía “bucolica” que se fundamenta sobre la idealización de la vida campestre.

Carmen. Voluntaria de Huerta Molinillo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario